MAR DE FONDO

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A veces me excedo. Juego de más un juego que sé jugar muy bien. Se me va la mano. Me pongo intensa. Odio perder. Cuando estoy entusiasmada jugando, me enfurece que me pongan un límite. No lo tolero. Juego porque me divierte, me entretiene, me da gracia, me alegra. A veces los otros no saben que estoy jugando. En realidad todos jugamos juegos y todos estamos a la venta 24/7. Hay contextos. Hay espacios con reglas claras. No se pueden romper las reglas de un juego que no se conoce. Me gusta modificar las reglas, correr los límites, jugar a bandas… No juego para perder el tiempo, pero pierdo mi tiempo jugando. Nunca pierdo dinero. Pierdo el temple pero no las mañas. Creo que con el único juego que no se puede hacer más que jugar dentro de las reglas, es el ajedrez. Si sales de las reglas ya no es ajedrez. Con el resto de los juegos todos buscan formas de sacar ventaja, de adelantarse, es tan así que hoy las “estructuras formalizadas de incentivos” ya vienen con atajos para que los descu

Aun me queda mucho tiempo libre, y voy a tener mucho tiempo por delante en casa. Me gustaría decir que no trabajo, pero estos meses hago más cosas en casa que lo que haría en una oficina. La única objeción que tengo a mi estilo de vida es lo poco que salgo al exterior o más bien la poca interacción que tengo con otras personas. En realidad no me molesta, estoy muy dentro de mi círculo de comodidad, es la razón la que me cuestiona, la que me dice que sería mejor para mí interactuar con gente real, tener actividades al aire libre… Pero mi mundo lo tiene todo, incluso cuando me dicen si necesito vacaciones digo que no, las vacaciones son para la gente que está cansada de su vida diaria y quiere cambiar de ambiente, yo sí quiero viajar, para conocer, pero no de vacaciones… En mi mundo, en mi casa, lo que logré fue tener todo lo que quiero para mí, los pisos, los muebles, los instrumentos, el tablero, las pinturas, la comida, la bebida, el balcón, las plantas, el sol del norte, la vista a

Hay personas (como yo) que no importa las circunstancias, consciente o inconscientemente, hacen siempre una declaratoria de principios. Salir en cámara o en una foto con una remera con una frase que cuestiona la situación, cambiar el nombre de un ID, elevar tiros para ver a quien le cabe y que salte solo;  cambiar el color de tu ropa, de casa, de amante, cambiar de gustos, de costumbres… Se hace acá y en la China. ¿Es un mensaje oculto? Es una forma de comunicación,   una declaración de principios. Me pasaba hace décadas en el mundo blogger, algo me ponía de muy mal humor: la reinterpretación de lo que hacía o decía, ese comentario que te quiere explicar que estás sintiendo y pensado, como si uno por exponer públicamente, escritos, pinturas, fotos… trabajo, tuviese la obligación de escuchar cualquier tontería, cualquier opinión. Hoy más que nunca eso se ve en las redes, están inundadas de opinólogos , de gente que cree que porque algo está en internet y tiene los comentarios abie

Tu cabello mojado de desliza entre mis dedos. Afuera no es de día ni de noche. Entrecierras los ojos. Lo peino lentamente. Inclinas la cabeza levemente hacia atrás. Ni rubio, ni negro, ni castaño. Estás por decirme algo que no quiero escuchar. Voy a decirte que está bien, que puedes hacer todo lo que quieras. Abres grandes los ojos y me preguntas si siempre voy a hacer esto. Sí, respondo, me gustaría. Cierras los ojos con placer y dejas a tu cabeza mecerse suavemente con los leves tirones. El peine y mis dedos arañan tu espalda, es la mejor parte y también estoy por terminar. Entonces recorro todo el largo, desde la coronilla hasta la espalda, de forma repetida.   Ya está, digo, pero sigue húmedo… Giras un poco la cabeza hacia atrás. Bajas la cabeza y te miras las manos. Tengo algo que decirte, me dices bajando la voz. Pongo mi mano en tu cabeza y lentamente acaricio el largo de tu cabello con la mano. Te escucho, digo. Voy a casarme, dices. No detengo mi mano. Ya se lo pediste, te pre

Es extraño todo, durante el último tiempo. El tiempo es relativo. A la vez se hizo normal lo extaño y ya no es raro.  Es de esperar que no sucedan ciertas cosas: la gente se se enferma o se contagia; los lugares quedan demasiado lejos para trasladarse; no se tiene ganas de asistir; no se desean ciertas compañías... Cambias los planes, los adecuas a las circunstacias... y aún así, todo puede fallar. Haces como si nada pasara, como si fuese normal, dices a los demás que no se preocupen. Mientras disfrutas en soledad, eso que preparaste para compartir, preguntas ¿Realmente que carajos está pasando a mi alrededor? ¿Tan importante es hacer algo antes de la medianoche? ¿Acaso no todo es relativo dependiendo del lugar, las circunstacias, la cultura..? ¿Me sirven las respuestas? ¿Qué cambió? Algo cambio de todas formas, algo siempre cambia.

  Te pusiste a ti mismo muy alto. La metáfora de las uvas verdes todavía está vigente para mí. Me sigue resultando irresistible, aprendía a amar a quienes me mantienen a distancia, pero no es algo que disfrute de mi personalidad, con el tiempo aprendí a resistirme… a mí misma. Te colocaste a ti mismo en un pedestal, haciendo que los demás intenten alcanzarte, dejándolos entrar cuando ya están exhaustos; pones el límite para que lo crucen a la fuerza, para después correr detrás o decepcionarte. Los otros quedan con poca energía y pocas sorpresas. Pero a ti no te gustan las sorpresas. Tú eres el premio final, el paquete con moño, tú eres la sorpresa. Te cosificas a ti mismo y te ofuscas si lo hacen. No son los demás quienes no ven tus cualidades, eres tu quién no las muestra adecuadamente. Exiges de los demás lo que no puedes dar, es la forma que aprendiste: aun eres un niño que exige límites, sigues buscando a tus padres afuera y adentro tuyo.   Te ofendes cuando te dicen que no madu