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Mostrando entradas de julio, 2011

Artificio mojado

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Se deshizo, una espuma inalterable se corrió sin pausa y como siempre fue a parar al mar. Te había nombrado y permaneciste en claustro. El pasillo obscuro se frotó contra la lluvia intensa y se tiñó de nostalgias cinéfilas. Avanzar fue la única opción. No estabas. Un paso detrás del otro siempre parece ser lo correcto. Los gatos maullándole a sombras invisibles partieron los golpes de la lluvia sonora. Interminable. El paso apurado terminó en corrida. Si existiese la calma suficiente dejaría que me empape el clima funesto para remojar mis ideas y macerarme mansamente en una caminata a fuego lento para ver si logro dar con la clave que se esconde en mis duermevelas y me intenta decir como sigue esta historia. Hay un protagonista hecho personaje que se empeña en cambiarme los finales y no soy yo quien debiera depender de eso para finiquitar a quien debo en pos de mis escritos. Mi mundo es una pared en blanco que siempre está a punto de ser escrita y que siempre se sobreimprime y a la v

Amigos con mucho roce...

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Un año después ella me lo devolvió mejor. Está más sensible, más cariñoso, mas tierno, más relajado. Hay cosas que ya sabe que no quiero saber. Nunca fue tan tonto. Esto era una guerra bajo mis narices y yo jamás me enteré. Las féminas emprenden batallas contra otras mentes femeninas cuando están por perder lo poco que supieron obtener y yo nunca gané ni perdí, estaba ausente, nunca me importó. Hay un melodrama requerido siempre, una idea fantasiosa que compensa los desastres amorosos: creer que se fue lo más importante, creerse lo mejor de la vida del otro. Si se acurrucó contra mí por temor, falencia o necesidad ya no importa, no fue tan fácil dejarlo reentrar y él lo sabe, dicen que no es hombre quien conquista muchas mujeres sino quien conquista a la misma varias veces y él le puso garra simplemente porque tenia ganas, otras oportunidades no le faltan, siempre tuvo donde apoyarse y dormir. Quizás solo perdemos el tiempo pero por lo menos nos reímos lo más que podemos en el intento

Escribir sin repetir y sin copiar

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[...] Una de las trampas de la infancia es que no hace falta comprender algo para sentirlo. Para cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas. Aquella noche primeriza de verano, caminando por ese anochecer oscuro y traicionero de Barcelona, no conseguía borrar de mi pensamiento el relato de Clara en torno a la desaparición de su padre. En mi mundo, la muerte era una mano anónima e incomprensible, un vendedor a domicilio que se llevaba madres, mendigos o vecinos nonagenarios como si se tratase de una lotería del infierno. La idea de que la muerte pudiera caminar a mi lado, con rostro humano y corazón envenenado de odio, luciendo uniforme o gabardina, que hiciese cola en el cine, riese en los bares o llevase a los niños de paseo al parque de la Ciudadela por la mañana y por la tarde hiciese desaparecer a alguien en las mazmorras del castillo de Montjuïc, o en una fosa común sin nombre ni ceremonial, no me cabía en la cabeza. Dánd