A veces me excedo. Juego de más un juego que sé jugar muy
bien. Se me va la mano. Me pongo intensa. Odio perder. Cuando estoy
entusiasmada jugando, me enfurece que me pongan un límite. No lo tolero. Juego
porque me divierte, me entretiene, me da gracia, me alegra. A veces los otros
no saben que estoy jugando. En realidad todos jugamos juegos y todos estamos a
la venta 24/7. Hay contextos. Hay espacios con reglas claras. No se pueden
romper las reglas de un juego que no se conoce. Me gusta modificar las reglas,
correr los límites, jugar a bandas… No juego para perder el tiempo, pero pierdo
mi tiempo jugando. Nunca pierdo dinero. Pierdo el temple pero no las mañas.
Creo que con el único juego que no se puede hacer más que
jugar dentro de las reglas, es el ajedrez. Si sales de las reglas ya no es
ajedrez. Con el resto de los juegos todos buscan formas de sacar ventaja, de
adelantarse, es tan así que hoy las “estructuras formalizadas de incentivos” ya
vienen con atajos para que los descubras, para que sientas que te adelantas a
los otros y sigas jugando.
La teoría de juegos se trata de eso, pero yo le escapo al
dilema del prisionero. Gano, empato o pierdo, pero no juego para que pierdan
los demás.
Antes buscaba patios de juego ajenos por gusto, ya no. Soy
consciente que en el juego que sé jugar muy bien si me excedo por gusto, me
consideran una amenaza. No cedo. No me inmuto.
Busco el equilibrio. Busco con quien jugar a no jugar. Busco
lo que Nash encontró en teoría. Por eso advierto que no jueguen conmigo, no hay
forma de ganar, porque yo no juego para ganar, juego para divertirme.
Imágenes: https://www.colinburnjewelryart.com/pearl-royale-chess-set
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