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Mostrando entradas de diciembre, 2012

Detención

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Rojo, como nada debe ser colorado. Intenso como el profundo azul del mar, porque la espuma se derrite a sus pies. La tarde vuelve a caer. La tormenta de sus ojos impone la voluntad de capear el temporal. Mis bíceps triman sin siquiera pensarlo. Voy delante y tus ojos me siguen tormentosos. Lo que no digo de tus manos es inefable. Te veo sonreír con el remolino de tu cabello corto por la mañana. Voy a sentir ese mareo de tierra bajo mis pies firmes y vas a sonreír como puedas, que va a ser mucho, y vamos a saber lo suficiente. Es verde, con olor a pasto mojado, entibiado por un calor de smog, ese que no te gusta y me cubre. Voy a entender que no estás destinado a la depresión de un Distrito Federal; que lo que te hace mal es todo menos yo; que vas a necesitar, a la larga, salir a correr, salir a buscarme afuera y adentro; que vas a pensar si era lo que querías hacer. Eso, va a ser esmeralda como el fondo del pacífico que se mueve al compás de las algas. Después, que importa el después…