La zorra de las uvas verdes.

 

Te pusiste a ti mismo muy alto. La metáfora de las uvas verdes todavía está vigente para mí. Me sigue resultando irresistible, aprendía a amar a quienes me mantienen a distancia, pero no es algo que disfrute de mi personalidad, con el tiempo aprendí a resistirme… a mí misma. Te colocaste a ti mismo en un pedestal, haciendo que los demás intenten alcanzarte, dejándolos entrar cuando ya están exhaustos; pones el límite para que lo crucen a la fuerza, para después correr detrás o decepcionarte. Los otros quedan con poca energía y pocas sorpresas. Pero a ti no te gustan las sorpresas. Tú eres el premio final, el paquete con moño, tú eres la sorpresa. Te cosificas a ti mismo y te ofuscas si lo hacen. No son los demás quienes no ven tus cualidades, eres tu quién no las muestra adecuadamente.

Exiges de los demás lo que no puedes dar, es la forma que aprendiste: aun eres un niño que exige límites, sigues buscando a tus padres afuera y adentro tuyo.  Te ofendes cuando te dicen que no maduraste. La madurez no es seriedad, es entender lo que implica un sujeto;  con qué cosas hay que jugar y que cosas no son para jugar. Luchas contra eso, luchas contra quien eres en realidad, pero haciendo de cuenta que no lo haces y diciendo que sí lo haces. No sabes lo que quieres porque te da miedo definirlo y que pase a tu lado algo que te guste y ya no puedas perseguirlo, porque lo quieres todo. Lo sé muy bien, se cómo se siente. Quieres ser libre y estar encadenado. Deseas lo racional y lo mágico. Quieres lo práctico y lo romántico. Quieres lo expresivo y el profundo silencio. Quieres ser indiferente para no sentirte vulnerable y quieres ser profundamente vulnerable y relajarte de una vez y para siempre. Deberías tener cuidado de no convencerte a ti mismo que nadie va a amarte de la manera que quieres, las costumbres e ideas se arraigan con el paso del tiempo y hay cosas que son difíciles de deshacer. Cuando te pones a ti mismo en el centro de un campo de pruebas, eres inaccesible, la forma de salir es desactivando prueba por prueba hasta el punto de salida.

La verdad ama la máscara.

No hace falta aclarar que todos llevamos máscaras para andar por la vida. La máscara no es una mentira, la máscara es una forma de sobrevivir en el entorno. La verdad no es la intimidad, la verdad no es la máscara, pero la verdad la ama y adora la verdad que se obtiene con ella puesta. Pero ¿No es agotador vivir toda una vida detrás de un personaje? Está bien que es funcional y te sirvió hasta acá, pero la máscara evita que otros realmente sepan quién eres, y si lo demás no saben realmente quien eres, ¿Cómo quieres que los demás trepen a ese pedestal en el que te pusiste y te alcancen con un “corazón sincero”? Convengamos que las mascaras se adoran entre sí. Yo te descubriré el rostro y tú descubrirás el mío, entonces todo será certezas…um. Me permito dudar porque se simplemente lo que implica andar con una máscara por la vida… a veces hasta en la soledad. Las costumbres se arraigan, son como las drogas, co-dependes y hay un momento en que ya no sabes cómo salir, porque la puerta de entrada ya no existe, entonces ahí sí, ahí sí ruegas que alguien venga a salvarte de ti mismo, que aparezca alguien que te diga cómo salir del espacio lacrado del que te rodeaste, cómodo, conocido, rutinario, relajado… y el contraste aumenta, más máscara afuera, más introspección por dentro.

¿Sabes como te das cuenta? Cuando haciendo todo el tiempo lo que te gusta, aún tienes la sensación de que no es tan divertido o que “le falta algo”

Cuantas veces dijiste “este que ves ahora no soy yo” ¿Cómo alguien puede creer que en realidad eres lo opuesto? ¿Lo contrario, hasta que punto? ¿Serás así cuando estemos con otros y lo contrario cuando estemos solos? Entonces ¿De quién me enamoro? ¿Cuál es el que me ama? Acaso no ves que tú eres las dos cosas, que yo también soy muchas cosas, que todos somos muchas cosas, por eso la gente dice que no termina de conocerse del todo.

No había que luchar desde el principio, solo era cuestión de aceptación, pero la dicotomía creció alimentada a la tenue tea del miedo. No puedes acabar con ella, no puedes deshacerla como una madeja, no puedes controlarla, matarla o callarla.

Nadie va a venir a limar tus asperezas, van a intentarlo, vas a encontrar a alguien… y cuando ese proceso termine ¿después qué? Te gusta proyectar… ¿Cómo te ves en 5 años, en 10 años? ¿Puedes agarrar a alguien de la calle, meterlo en tu casa, darle una personalidad, una tarea, un rol y esperar que lo cumpla por lo que te resta de vida? Y si así fuera ¿vas a amar a esa persona hasta el final? ¿Puedes asegurarlo?

Lo sé, todo está perfectamente bien, el dinero, el trabajo, la familia, la salud, los amores. ¿Verdad? Salvo algún que otro detalle todo en realidad está bien. Entonces ¿Por qué tienes esa expresión en la mirada? Haces lo que quieres, con quién quieres, cuando quieres… entonces, ¿Por qué sigues teniendo esa sensación? O ¿Por qué siempre estas buscando algo, algo que hacer, algo nuevo, algo entretenido, algo diferente, algo, algo…?

Soy la zorra que mira la parra de uvas, el racimo está lejos de mi mano, me estiro, salto, zarandeo el árbol, quizás sí, quizás esas uvas que se ven apetitosas, estén muy verdes para mi boca.

de 11cMar a 3aJun

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