Teñido de otro aroma.

 

Hay un primer plano sobre ti, tu cabeza mira hacia abajo, sonríes con la boca y los ojos. Tu amplia sonrisa, me hace sonreír. Estas mirando algo que haces, estás en la cocina, preparas algo para ti y estás contento, te gusta hacerlo, te relaja, te alimenta, calma esa fijación oral que siempre tuviste. Cierras lo ojos, inspiras y recuerdas el último beso que te dieron, recuerdas la ultima superficie de piel que acaricio tu dedo. Tienes el mismo acto reflejo de siempre, ese de llevarte un dedo a los labios y acariciar el labio inferior de comisura a comisura, en un movimiento rápido. Te parece percibir un olor que no reconoces y oteas alrededor buscándolo… tú y los olores, tú y los perfumes. Tú encontrando y buscando aromas, tú tapando aromas unos con otros. Tú reviviendo y evocando. Tú siempre cambiando y siempre con lo mismo. Tú corriendo y siempre en el mismo rincón. Tú alegre y contento pero no feliz. Tú enojado y molesto pero nunca triste del todo. Tú de perfil mirando hacia afuera, mirando hacia adentro. Tú con las manos volando y los pies atados al piso. Tú adolecente y adulto. Tú hablando ríos de palabras y callado con un silencio de muerte. Tú sociable y tímido. Tú independiente y celoso. Tú dispuesto a cederlo todo y estanco y terco. Tú siempre contradictorio y siempre el mismo. Siempre complejo, siempre interesante.

Yo estoy detrás de tus ojos para que nunca te sientas solo o abandonado. Yo miro por sobre tu hombro para ser testigo de lo que no quieres olvidar y quieres siempre compartir. Yo paso un microsegundo por tu mente para que la ansiedad te baje. Para que no saltes como un gato. Para dejarte en claro que nunca me voy. Yo persigo la carrera de las horas, a deshoras, para no perderte le paso. Yo te susurro que salgas para encontrar y no para buscar. Yo te cocino para que huelas a hogar. Yo te dejo hacer para que te diviertas. Yo te reto para que me retes a duelo.  Yo soy tan paciente que puedo esperar a otra vida. Yo soy tan impaciente que no puedo esperar otro minuto.