Disparo

Día 1. Toma 1

Miro a mi derecha y veo avanzar un arma oscura a la altura de mi hombro,  se adelanta sobre mí. El arma es sostenida en tu mano derecha, veo tú brazo estirarse apoyándose en mí, tieso y firme, apuntando hacia adelante. Ahora sé que me tienes contra tu pecho, un poco hacia la izquierda. Tu brazo izquierdo me sostiene a la altura del hombro y apoyas la palma abierta de tu mano sobre la mitad de mi pecho.

Miro hacia adelante, un terreno barroso, lodoso, húmedo, encharcado se extiende, una especie de claro entre árboles y arbustos. Más allá un grupo de hombres, vestidos uniformemente de un verde desgastado, se agrupan, mientras charlan, se empujan chistosamente, hablan y fuman. Detrás de ellos hay construcciones precarias y más allá arbustos que se convierten en un bosque cerrado que se eleva, de un verde opaco, por el cielo nublado.

Sigues apuntando hacia adelante con el brazo extendido. Siento que el peso sobre mi hombro se aliviana un poco. Un estruendo de trueno me hace girar la cabeza a la izquierda. Hundes tus dedos en mi hombro derecho y me giras 180º. Quedamos frente a frente. Veo parte de tu clavícula, tu cuello, tu boca, tus ojos, me miran por un instante. Sigues con el brazo extendido, recto, firme.

No tengo temor a ti, no siento rencor, no siento odio. Si siento algo de miedo, siento que tiemblo. Aún así prefiero tus brazos.

Bajas la mirada y encuentras mis ojos. Me besas húmedo, de boca abierta, cálido, fuerte, como siempre… acercas tu boca a mi oído izquierdo y me dices por qué vas a hacer lo que vas a hacer. Fuerte y claro. Creo escuchar que lo sientes, no sé si realmente lo escuché, creo que es así o simplemente lo sentí.

Apoyas el arma en mi sien, vuelves a mirar por sobre mí, detrás de mí. Sé, claramente que algo pasa a mis espaldas. Cierro los ojos. Escucho un disparo y algo me empuja hacia un costado. Mi cuerpo se siente caer sin remedio. Tu brazo aún me sostiene, con la fuerza que tu cuerpo puede sostener. No puedo resistir la gravedad. Es inevitable que me sueltes. Escucho el segundo disparo. Sé que te pegaste un tiro, no sé donde, no sé si vas a sobrevivir. Yo si estoy muriendo…Mi cuerpo se suelta y cae.

Todo se pone negro.


Día 2. Toma 2

Estoy detrás de tus ojos. Veo desde tu punto de vista.

Mi cabeza llega poco más arriba de tu barbilla. Me tienes abrazada con el brazo izquierdo. Apoyas tu cara en mí. Miras adelante. Caminamos, me haces avanzar. Tu brazo derecho cae al costado de tu cuerpo, en la mano sostienes un arma de fuego oscura. Quieres que esté tranquila. Cuando crees que la distancia es la correcta me detienes con tu cuerpo. Te detienes y me detienes. Crees tener el tiempo suficiente. Levantas el brazo y lo apoyas en mi hombro derecho, para no temblar. Firme. Apuntas hacia adelante. Tu mano siente el temblor de mi cuerpo, no sabes si es por frío o miedo. Prefieres que te odie varias vidas a saber lo que podría pasarme si esos hombres me ponen una mano encima. A lo lejos los ves agrupados, en otra cosa. Uniformes verdosos, desgastados, el suelo lodoso y resbaladizo. El clima plomizo y apagado.

Levantas el brazo, inclinas el ángulo hacia afuera y disparas al aire. Ves como poco a poco las vistas se vuelven, las alertas se corren y empiezan a moverse.

Mueves la mano que me abraza hasta mi hombro derecho, clavas tus dedos en mi hombro. Ya no va a dolerte. Tiras con fuerza para ponerme contra tu pecho, de frente. La última vez. Un abrazo y un beso.

Miras detrás de mí, me miras a mí, miras detrás de mí, clavas tus ojos en los míos por un instante y entrecierras los ojos para besarme. Besas para que recuerde, para recordar, abres los ojos y miras detrás mío. Mides y me besas. Acercas tus labios a mi oído izquierdo, sin dejar de mirar adelante y me dices: Si no hago esto… el resto de las palabras son tan crudas como claras. Te yergues, apoyas el arma en mi sien y aprietas el gatillo con un movimiento seco. Ves a los hombres correr hacia donde estamos. Apoyas el arma en tu cabeza. Sientes el peso de mi cuerpo venciendo tu brazo. Te disparas. Dejas que caiga a la izquierda y te dejas caer conmigo. Todo se vuelve negro.


No hay nada que perdonar, no hay nada que pagar. No tuve ni tengo rencor. No tengo remordimientos. No sentí ni siento odio. Tuve un miedo de frío por dudar si las cosas saldrían como tenían que salir. Tenía fe. Tengo fe. Te ame tanto entonces como puedo amarte ahora. No es necesario pagar fuego con fuego. Nunca hubo una deuda conmigo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Arquera ?

Salida de emergencia