Me tiene triste

La primavera no termina de llegar y la cuarentena no termina de acabarse. Buenos Aires, humedad, algo de calor, lluvia y después frio. Días oscuros de agosto. Las únicas flores son las de los cerezos de un Jardín Japonés que no puedo visitar.

Mi mente baja y mi presión cree subir. Fumo de más, tomo de más y ya no encuentro nada interesante para ver.

Sigo soñando con la lejana imagen irreal, a veces me siento menos sola por las noches y escucho un susurro grave que se mezcla con los zumbidos de mi tinnitus causada por mis cervicales envejecidas prematuramente.

Aquí no quedó ni Dios. No tengo a quien rezarle. Debería al menos tener una mascota a quien sonreírle ternuritas. A pesar de las décadas de soledad esta cuarentena hace estragos y maravillas con mi ánimo.

Aún hay más silencio por la noche. Prefiero una noche oscura a un día gris, el orden al desorden… pero cierto caos de objetos abandonados al azar se parecen más a vida vivida. Acomodo para no sentir que el caos me distrae de escribir.

La habitación debería oler al perfume que usas después de bañarte y que al otro día queda mezclado con tu olor en la remera blanca que usas para dormir y que, a la mañana siguiente,  abandonas en el baño una vez que te vestiste para salir.

Siento una melancólica tristeza ajena detrás de mis ojos ¿Es tuya? Me gustaría devolvértela en persona. No va a pasar. Mi doble sístole y diástole aumentan en descanso, arreboladas por las piedras tiradas al lago de mi mente ¿Son tuyas? Quisiera devolvértelas en persona. No va a pasar.

Deberías dar un paso hacia adelante, esta vez, en esta vida. No llegues tarde a las cosas.

Duerme y mantente despierto.


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