La caza humana




Un buen cazador muestra su variedad de trampas, su habilidad reside en poner a su gusto la mayor cantidad de carnada conocida, sobre todo si desconoce a la presa. Un buen cazador sabe que debe atrapar para no dejar ir, sabe que debe atrapar pero a veces no sabe realmente para qué atrapa. Se juega el cuero en la siguiente presa, se juega el todo por el todo en un juego demodé, porque los cazadores ya pasaron de moda. Les queda buscar presas que desean serlo. Hay un mundo ahí afuera que está hecho de cazadores casados, de pretendidos, de apariencias… de machos tardíos que se aparean con hembras que quieren ser cazadas como presas preciosas para ser conservadas por siempre en un aparador donde su entorno de siempre pueda admirar el macho del cual se hicieron cargo. Hay un mundo ahí afuera que es solo carne y química básica; un universo de pensares que nos va a llegar tarde o temprano solo por el hecho de que ya estuvimos ahí alguna vez y la historia suele repetirse. Duele saberse poco inmune a la dolencia eterna de repetirse en la genética eterna. Quizás nuestros hijos ya no pretendan, ya no deseen aparentar una incomodidad social absurda. Sea como sea el futuro los cazadores van a seguir existiendo porque somos una raza depredadora. Llegamos hasta acá no necesariamente comprendiendo en profundidad a las razas que supimos asimilar. Lo que me sorprende es que aún haya ingenuos que se sorprendan, que se asombren de la habilidad humana para destruir a otro humano. Un animal protege a su propia especie, el problema es que muchos no aprendieron a mirase al espejo.







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